Relato sobre violencia de género

Haria
Haria admiraba el mundo desde el otro lado. El velo protegía su ser mientras todo giraba… tan lejos.
Flotando en el bazar a solas, su hogar una cárcel. ¿Quién la vio deslizarse lentamente entre portezuelas y plazas, laberínticos pasadizos, Sherezade y sus mil y un secretos entre colores y formas y olores en una bacanal interminable de los sentidos?
Los seres humanos y sus espinas no dañaban la superficie prístina de su sensibilidad.
            Una vez la vi llorar, una sola vez. Se me partió el corazón.
Tristeza es la cruda superficie de un acero frío mientras la sangre brota caliente de una herida que olvidaremos.
Con el paso de los años comprendió el destino del pajarillo enjaulado. El sufrimiento de los sueños que anhelan volar. La costumbre son las horas infinitas, entre la tradición y la rutina, doblegando la voluntad indomable de una mujer libre.
             Melancolía es un dolor crónico del tiempo que perdimos. Peor, de aquello que éramos o fue con nosotros.
            La tarde se abatía al este, el bullicio era tan solo el eco sordo de una multitud extraña, un enjambre apagado, dormido. Su cuerpo vagaba lánguido. Sin rumbo. Tomando deliberadamente el camino más largo, prolongando la ilusoria libertad de un presente efímero.
 Desesperación es la herida de muerte en la conciencia de un ser humano abocado al vacío de un presente que odia vivir.

            Haria caminaba. Decidida a no pensar....

                                                                                                                  I. R.

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