CUMPLEAÑOS
IES SIERRA DE AYLLÓN – 15/XI/2017
Tendrán que disculparme si estas palabras van
encabezadas por una pequeña lección de historia. Y es que hoy celebramos el XXX
aniversario de la creación de este centro, pero a mí me gustaría referirme a un
hecho anterior, mucho más lejano en el tiempo y que, sin embargo, es la base de
lo que significa nuestra labor aquí como docentes y de lo que representa el IES
Sierra de Ayllón. Muchos de ustedes sabrán que cuando en los años 30 del pasado
siglo los pedagogos modernos se propusieron rescatar al campo español de su
ignorancia, la iniciativa más recordada
y ambiciosa consistió en la creación de unas “misiones ambulantes”, más tarde
llamadas pedagógicas, con las que un puñado de profesores e intelectuales pretendieron
llevar la cultura a los rincones más aislados y remotos del país. Estas
escuelas vagabundas, apoyadas sobre todo en el idealismo de sus maestros, a los
que Juan Ramón llamó “marineros del entusiasmo”, llegaban a los pueblos con un
camión cargado de libros para formar una biblioteca escolar y en donde también
había sitio para un proyector de cine, discos de la época, decorados con los
que hacer títeres y montar pequeñas piezas de teatro o reproducciones con las
que mostrar las grandes obras de la pintura. La primera de estas iniciativas
tuvo como destino Ayllón y a este pueblo llegaron los misioneros el 17 de
diciembre de 1931. A pesar de la lejanía que nos imponen el tiempo y cierta
distancia irónica resulta fácil imaginar el desconcierto y el asombro que
produjeron aquellos maestros entre sus habitantes. Nos han quedado testimonios,
fotos robadas en las sesiones de cine y teatro donde vislumbramos rostros
sorprendidos en un instante de maravilla. Niños, hombres, mujeres, ancianos que
abren la boca y sonríen con los ojos brillantes. La demostración, en
definitiva, para fastidio de los escépticos, de que la cultura puede hacer
feliz a cualquiera.
Vuelvo al presente. Uno pensaría que las cosas
han cambiado, pero no nos apresuremos. A primera vista parece que nos queda muy
lejos aquel cuerpo de profesores voluntarios que llegó a Ayllón una fría mañana
de diciembre, pero en el fondo subyace un espíritu similar. De Segovia, de
Burgos, o incluso de Valladolid, todas las madrugadas nuevos misioneros se
ponen en marcha para llegar al pueblo recién amanecidos, con el tiempo justo
para desperezarse y comenzar las clases. Y no quisiera olvidarme aquí del
esfuerzo similar que hacen sus alumnos, los padres, al recorrer esos treinta,
cincuenta o sesenta kilómetros para venir al centro. ¿Las cosas han cambiado?
Yo diría que se comparte un mismo ánimo vocacional, que estos profesores creen
como aquellos en lo que hacen, tal vez porque están convencidos de la
importancia del magisterio y se toman su trabajo pasionalmente, de una manera
semejante a la de aquellos “marineros del entusiasmo” de Juan Ramón (en verdad
hace falta mucho entusiasmo, un entusiasmo rayano en la demencia, para coger un
coche a las cinco de la madrugada y viajar casi dos horas para llegar a tu
centro de trabajo). Provistos de buena voluntad y de energía ensayan –dentro de
los a menudo estrechos márgenes del sistema- diferentes métodos, apuestan por
la innovación en sus clases y esas caras de las que hablaba antes vuelven a
aparecer. De nuevo se produce el milagro y en las aulas resuenan las risas y
pasan los años y alguno de esos alumnos seguirá conservando el recuerdo del
“profe” de “mates”, de la de inglés, de muchos de los que llegaron a este
centro y pasaron aquí un año tan solo, apenas unos meses, tiempo suficiente,
sin embargo, para revolver su mente y animarles a buscar su lugar en el mundo.
Y no creo equivocarme si digo también que muchos de esos profesores se llevan
una huella parecida.
No quiero alargarme mucho más. Me toca ceder la
palabra a nuestros alumnos, al fin y al cabo ellos son la causa de que todos
nosotros estemos aquí, y creo que tendrán cosas mucho más interesantes que
contar. Me queda, sin embargo, una reflexión al final: la idea de que este
centro es un espacio donde convergen vidas que a menudo se enlazan para siempre
y que es nuestra responsabilidad preservarlo, mantener vivo el impulso de
aquellos docentes y fortalecerlo día a día para que siga creciendo.
Muchas gracias.
Álvaro Acebes Arias
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