LA
AUTOPSIA DE DRÁCULA
Ahora que acabamos de recuperarnos
de los sustos de Halloween conviene recordar que un 8 de noviembre de 1847,
hace 168 años, nacía en Irlanda Bram Stoker, el inmortal creador de Drácula. Criado entre libros y profesores
privados por culpa de una enfermedad infantil, Stoker publicó muchos cuentos de
terror a lo largo de su vida y varias novelas que no le granjearon prestigio ni
elogios de la crítica. Pero en 1897, bebiendo de varias fuentes –la principal,
sin duda, es la historia del príncipe rumano Vlad Draculea, también conocido
como Vlad Tepes El empalador–,
publicó Drácula, que le proporcionó
por fin el éxito que siempre había buscado. La novela nos presenta la
fascinante figura del conde Drácula, icono popular desde entonces, que nos perturba,
encandila y obsesiona por su poder de seducción y por representar el deseo, lo
incomprensible y lo monstruoso. Hay quien dice que ese triunfo devoró a Stoker,
que no sobrevivió a los excesos que le deparó el éxito de la novela y que en
1912 moriría en Londres víctima de la sífilis y de la locura –algo similar a lo
que le ocurrió a Bela Lugosi, actor húngaro que interpretó tantas veces al
conde vampiro que al final de su vida dormía en un ataúd y que se paseaba por
la residencia de ancianos donde pasó sus últimos años buscando cuellos que
chupar–. "Strigoi, strigoi, strigoi...", dicen que susurraba
Bram Stoker cuando falleció, señalando —según atestiguaron sus amigos
presentes— algo en un rincón de la habitación de la pensión londinense en la
que agonizaba. Strigoi, en rumano, significa espíritu
maligno. Un broche final perfecto para el autor de una de las novelas más
terroríficas, románticas y hermosas de la literatura inglesa, carta de
presentación del vampiro moderno, y que ha dado lugar a un sinfín de
imitaciones, continuaciones o desviaciones que llegan hasta hoy. Os animamos a
descubrir el original.
Por cierto, ¿sabíais que Dracula ha
tenido más de 200 adaptaciones al cine y a la televisión? Y no solo eso, sino
que también ha sido llevada al teatro, convertida en novela radiofónica e
incluso en cómic. Para los amantes del cine recomendamos la libre adaptación
que realizó en 1922 el director F. W. Murnau en Nosferatu, una película con la que el cine de terror dio un salto
de gigante y que es una de las cumbres del expresionismo alemán. Y conviene
revisar los clásicos de Peter Cushing con Christopher Lee. No ha habido ningún chupasangre
tan elegante como Saruman. Pero no puede faltar en esta lista la versión de
Francis Ford Coppola Drácula de Bram Stoker, estrenada en 1992, y el que
quizá sea el más ambicioso, ambiguo y bello de los intentos por llevar la
figura del conde Drácula a la gran pantalla.
¡Felices pesadillas a
todos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario