ENTREVISTA A ALBERTO R. TORICES




IES SIERRA DE AYLLÓN - 26/02/2018

 

«Dar la espalda a la literatura sería un disparate tan grande como renunciar a una herencia millonaria, como lo sería tirar a la basura lo que hemos construido con el máximo esfuerzo durante toda una vida.»


Hoy es un día especial para este centro porque nos visita el escritor Alberto R. Torices (Guernika, 1972), autor de una obra rica, personal y delicada entre la que merecen destacarse colecciones de cuentos como los que integran Yo, el monstruo o Trata de olvidarlas, o novelas como Piel todavía muy blanca o Sacrificio. Antes de reunirse con nuestros alumnos, Alberto tuvo la amabilidad de atendernos y respondió a algunas cuestiones que más adelante suscitaron el debate y la reflexión. 

PREGUNTA: Quería comenzar la entrevista pidiéndole su opinión sobre el papel de la literatura en la sociedad actual. ¿Puede ser la literatura un mecanismo para entender la realidad presente?
RESPUESTA: La literatura ha sido siempre y sigue siendo una herramienta ideal para conocer la realidad, tanto la realidad «exterior» (la comunidad y sus mecanismos de funcionamiento, las vidas de nuestros semejantes) como la realidad «interior» (nuestro pensamiento, nuestras emociones), y tanto la realidad presente como la realidad pasada de la que somos herederos y continuadores. Yo diría que esa es, de hecho, su función principal e incluso su misma razón de ser. La literatura nace como un intento de explicar lo que pasa en el mundo, de entender lo que nos pasa a las personas. En este sentido, pienso que pocas herramientas de conocimiento han llegado a ser tan útiles, prácticas y versátiles como la literatura; por si fuera poco, es amena, divertida, emocionante. La capacidad que tiene un novelista o un dramaturgo para diseccionar la realidad social de su país se me antoja casi inigualable. Pensemos en autores como Galdós o Valle-Inclán, por ejemplo, en el detalle y la profundidad con que retrataron la sociedad española. Es difícil encontrar un nivel de conocimiento tan profundo y sofisticado, y a la vez tan al alcance de la mayoría.
Por desgracia, en la sociedad actual la literatura suscita un interés relativamente escaso, lo cual supone un lamentable desperdicio de excelentes oportunidades de conocimiento y autoconocimiento. La literatura requiere de un tempo lento que la hace verse relegada frente a formas de conocimiento y entretenimiento más rápidas y compulsivas, pero también más superficiales y acríticas.

¿Qué opinión tiene usted sobre el estado actual de la literatura? ¿Los lectores demandan literatura o simplemente sucedáneos?
No tengo un conocimiento profundo de la literatura actual, pero creo que hay grandes autores y autoras haciendo buena literatura, algunos de los cuales incluso llegan a ser autores relativamente populares. Hay de todo, se escribe mucho y yo no creo que eso sea malo, al contrario. Creo que en el tiempo presente existe el peligro de que la sociedad termine desconectando de la literatura (ya lo ha hecho en cierta medida), particularmente las generaciones más jóvenes. La lectura requiere de un tiempo y de un cierto esfuerzo que el estilo de vida actual no admite. Esto supone un gran desafío para los escritores del presente, pero no podemos permitirnos desconectar, tenemos que hacer todo lo posible por mantener el contacto con la sociedad civil, con el ciudadano real que vive una vida que no le facilita el encuentro con los libros. Es paradójico, pero debemos escribir para quien no puede leer, incluso para quien no quiere leer. Para ello, quizá haya que hacer algunas concesiones, y no deberíamos rasgarnos las vestiduras por ello. No hay nada más triste que una literatura endogámica, narcisista, cerrada en sí misma, que sólo se alimente de sí misma. Una literatura para escritores, una poesía para poetas, es algo patético, es la prueba final de la derrota. Yo no quiero formar parte de eso, no renunciaré nunca a comunicarme. No debemos olvidar nunca que el objetivo de la literatura es salir, trascender el mundillo literario. Si perdemos el contacto con la sociedad, no tiene ningún sentido escribir. La literatura en España nunca ha sido un fenómeno de masas, pero no debemos resignarnos a que sea un fenómeno minoritario.

¿Es necesaria una educación literaria, una formación de la inteligencia imaginativa? ¿Qué pesa más en la creación de una novela, la inspiración o el trabajo?
Me parece fundamental, imprescindible. Dar la espalda a la literatura sería un disparate tan grande como renunciar a una herencia millonaria, como lo sería tirar a la basura lo que hemos construido con el máximo esfuerzo durante toda una vida. Si el conjunto de la sociedad tuviera un buen conocimiento de la literatura, de su propia literatura, y en general una relación permanente y fluida con los libros, creo que tendríamos más posibilidades de ser libres y felices; seríamos más capaces, más activos y críticos, más dueños de nuestras vidas y de nuestro futuro, seríamos menos manipulables, más capaces de entender qué es lo que está pasando, qué es lo que están haciendo los poderosos con nuestras vidas. La literatura te ayuda a abrir los ojos y ver lo que pasa en el mundo, a verlo en profundidad; te ayuda a desarrollar una facultad que tiende a atrofiarse, por la ley del mínimo esfuerzo: la capacidad de pensar, indispensable para ser dueño de ti mismo.
En mi caso, en la creación de una novela la inspiración ocupa el 1% aproximadamente, quizá menos. El trabajo se lleva el resto.

¿Qué opinión tiene usted del actual desprecio de las humanidades en el mundo mercantilizado por el Leviatán financiero?
Es una catástrofe, una calamidad. Nos gobiernan poderes financieros capaces de controlar gobiernos, parlamentos enteros, medios de comunicación; son poderes caracterizados por una codicia y una rapacidad ilimitadas, cuyo único interés es mercantil y cuya capacidad destructiva es pavorosa. Para estos poderes financieros, los ciudadanos somos simples consumidores, solo valemos por nuestra capacidad para producir barato y consumir rápido; para ellos sólo somos ganado estabulado, que consume pienso y produce carne. Extirpar las humanidades es imprescindible en su afán de mercantilizar el mundo, de mercantilizarlo todo. Un consumidor no debe pensar, no debe ser crítico, no debe ser libre ni dueño de su vida. Un buen consumidor simplemente debe responder de forma adecuada a los estímulos que se le aplican a través de la publicidad (y no olvidemos que la política ya se ha incorporado plenamente a la publicidad; ya todo o casi todo es publicidad). En este estado de cosas, la resistencia de los pocos humanistas que quedan es vital; son los últimos que defienden la ciudad sagrada del conocimiento, que nos hace libres. Por favor, no os rindáis.

¿Cómo fue su acercamiento a la literatura? ¿Cuáles son sus maestros, los escritores de referencia a los que admira?
Tuvo lugar precisamente en el instituto donde hice BUP, de la mano de mi profesor de Literatura, el también poeta y traductor Ángel García Aller, que tristemente falleció siendo aún muy joven. Ángel era un apasionado de la literatura, y ya en 1º de BUP (14 años, actual 3º de ESO), implantó una biblioteca de aula y dedicábamos una de las horas lectivas semanales a leer; era la última de la semana, el viernes, y al acabar podías llevarte prestado el libro que estuvieras leyendo para el fin de semana. Así empecé a leer yo, en el instituto y gracias a mi profesor (en mi casa no se leía, casi no había ni libros). Con catorce años descubrí mundos y personajes fascinantes, viví horas de lectura apasionante. A los catorce, gracias a los libros, mi mundo se expandió, mi mente se desarrolló, mis ojos se abrieron. Luego, poco a poco, el lector fue albergando al escritor, es decir, empecé a fantasear con la posibilidad de hacer lo que hacían aquellos grandes contadores de historias. Aun hoy, para mí el objetivo es conseguir que alguien experimente con mis libros algo similar a lo que yo viví con mis primeras lecturas: una expansión, una intensificación de su mundo personal.
Por todo ello, mi deuda con Ángel García Aller es impagable; él es para mí El Maestro. Los escritores a los que más admiro son aquellos que han demostrado una mayor entrega y capacidad de trabajo, eso es lo que yo admiro por encima de todo. Aquellos que han dado su vida por esto, por escribir, sin perder de vista el objetivo, que es un objetivo social, es decir, el progreso social, el desarrollo del conocimiento, la defensa de la justicia y de las libertades, la denuncia sin concesiones de cualquier forma de abuso o tiranía.

Dice Borges que escribe urgido por una necesidad íntima, en alguna ocasión usted ha dicho que  escribe para redimir una culpa. ¿Qué relación hay para usted entre literatura y vida? ¿Tiene la literatura para usted un valor terapéutico? ¿Qué le llevo a tomar la pluma?
A la literatura uno se lleva inevitablemente sus taras, su historia personal, sus traumas, sus carencias, todo eso que ha configurado tu carácter, eso que fraguó en los primeros años de tu vida. La culpa forma parte de mi historia emocional, personal y familiar, además de ser un ingrediente esencial del caldo de cultivo histórico en el que nos hemos desarrollado todos, que es la cultura judeocristiana y la represión basada en el miedo que el clero ha ejercido sobre la sociedad durante siglos. Los complejos (de culpa, de inferioridad…) son respuestas inconscientes a influencias externas nocivas y amenazantes, frente a las que adoptamos estrategias para sobrevivir. Un complejo de culpa es, en primera instancia, una estrategia de supervivencia, aunque a medio y largo plazo acabe justamente convirtiéndote en un desgraciado, arruinándote la vida. Bien entendida, la literatura debería servirte para arrojar luz sobre ese embrollo, para conocer los mecanismos de la represión y desactivarlos, permitiéndote ser libre. En este sentido, la literatura puede ser terapéutica, sí, es decir, curativa y liberadora. Depende del uso que se haga de ella: también puede ser una mascarada, un mero plan de evasión de la realidad, un patético autoengaño que en el fondo obstruye tu liberación y tu desarrollo.
Desconectada de la vida, de los problemas reales de las personas reales, la literatura no vale nada, no tiene ningún sentido y ningún interés. Si el lector no percibe que lo que lee le habla de él mismo, si no se siente reflejado e interpelado por lo que lee, la literatura es banal e incumple su objetivo.
Lo que me llevó a tomar la pluma, en primera instancia, fue el deseo de emular a los autores que me emocionaban, los que ensanchaban mi mundo. Luego, inconscientemente, empecé a hacer de ella ese uso terapéutico que apuntas; y cuando la brújula de mi orientación profesional se estropeó, comencé a fantasear con la posibilidad de hallar en la escritura una salida profesional. Un lío…

¿Cómo fue su encuentro con “El Quijote”?
Tuvo lugar en 3º de BUP (16 años, actual 1º de Bachillerato) y nuevamente de la mano de Ángel García Aller, que era un apasionado de esta obra. Era lectura obligada aquel año, junto con el Cantar de Mío Cid, Lazarillo de Tormes, La Celestina, Hamlet, La vida es sueño, Don Álvaro o la fuerza del sino, Misericordia y Crimen y castigo, más la obra poética de Quevedo y otros. Lo leí todo, excepto Crimen y castigo, que no me dio tiempo a terminar porque a la vez estaba leyendo otro libros a título personal (pero lo acabé ese verano). El Quijote fue una lectura intensa y placentera, que las lecciones de Don Ángel hicieron aún más interesante. Recuerdo que decía: «la primera vez que lees El Quijote, te hace reír; la segunda, te hace pensar; la tercera, te hace llorar». Debo admitir que no he vuelto a leerlo y que a mis cuarenta y cinco años ya se impone hacer cuanto antes esa segunda lectura, la de pensar…
El Quijote es una obra que pone de manifiesto como pocas lo que decíamos al principio: el conocimiento profundo de tu sociedad y de ti mismo que puede brindarte una obra literaria. Un conocimiento a la vez especializado y popular, sofisticado a la par que ameno: la cuadratura del círculo. Qué lamentable desperdicio sería desaprovechar esa fuente de placer y conocimiento.

¿Piensa en el público cuando escribe?
Yo escribo para ser leído y mi deseo sería ser leído por muchas personas de toda clase y condición. Cuando escribo, deseo que eso llegue algún día a otros, y que les aporte algo, que enriquezca su mundo en alguna medida. Mi mayor deseo sería que mi obra aporte algo a la construcción de un mundo más justo, habitado por personas más libres y dueñas de sí mismas.

¿Cuáles son sus próximos proyectos literarios?
Me gustaría culminar y ver editada una trilogía de novelas de la que ya tengo dos acabadas y en marcha la tercera. También tengo otras obras inéditas, cuentos y novelas cortas que me gustaría ir publicando. Mi mayor ambición sería escribir algún día una «gran novela», pero dudo de mi capacidad para conseguirlo…




No hay comentarios:

Publicar un comentario